Educacion para la democracia


Educación para la democracia.
Salvador Allende Gossens.


Estoy aquí para conversar con Uds., alumnos, maestros, padres y apoderados en mi doble calidad de abuelo que tiene un niño en la Educación Básica, y de Presidente a la Comunidad Educacional. Destaco la importancia que tiene este acto, que se realiza por vez primera en nuestro país, y que además, alcanza realce excepcional porque están aquí, además de los padres, alumnos y maestros, los dirigentes del Sindicato Único de Trabajadores de la Enseñanza, encabezados por el Primer Trabajador de la Educación, el compañero Ministro de Educación Pública del Gobierno Popular.
Saludo la presencia en este acto, de representantes de la Universidad de Chile y de la Universidad Técnica. Saludo la presencia en este acto del Señor Director de la Escuela Militar, Plantel donde se forjan los soldados de la Patria. Están aquí, junto a nosotros, los dirigentes de los trabajadores.
Personalmente, a lo largo de mi vida, tuve siempre vínculos que me acercan más y más a los maestros.
No pasé por la Universidad tras la búsqueda ansiosa de un título que me permitiera una vida material mejor. Tengo la satisfacción de haber sido un luchador universitario; de haber sido expulsado de la Universidad por defender procesos de reforma; de haber estado junto a los maestros a lo largo de mi vida pública, cuando plantearon su inquietud para hacer posible la transformación de la Educación o cuando lucharon por sus justas reivindicaciones.
Quiero tan solo recordar que el primer proyecto de ley que presentara como Diputado por Valparaíso, en 1937 fue un proyecto destinado a la alfabetización obrera y campesina, y que, para financiarlo, ponía un impuesto al hierro exportable. Como era de imaginarse en un Congreso con mayoría que no era la nuestra, este proyecto no fue despachado. Enseguida, en mi labor parlamentaria, muchas y muchas veces levanté la voz, sobre todo para señalar la importancia trascendente que los maestros chilenos habían tenido en el proceso de superación técnica y en el desarrollo de la Educación. Fustigué, en forma muy dura aquellos gobiernos que, sin comprender el sentido nacional y patriótico que encerraba la actitud de los maestros, recurrieron a la represión y expulsaron de la enseñanza a un número superior a los 300 maestros chilenos en una determinada oportunidad.
De la misma manera, intervine en los debates para defender el plan educacional de San Carlos y la creación de la Escuela Consolidada. Tengo la satisfacción profunda de haber presentado el proyecto de ley que crea la sección Norte de la Universidad de Chile en Antofagasta. Es decir, siempre, a lo largo de mi vida pública, estuve preocupado de los problemas de la Educación y junto a los maestros, en sus duros combates por mejorarla y por mejorar también su vida, su existencia.
No fue, entonces, una actitud electoral la que me llevó, hace ano y medio o dos cuando los maestros estuvieron en huelga cerca de tres meses a participar como Senador del Pueblo, en todos los actos públicos y en las ollas comunes que levantaron para defender su dignidad.
RESPETO INTEGRAL DE LA PERSONALIDAD HUMANA.
Este acto, se realiza en el comienzo del primer año educacional del Gobierno Popular, del gobierno de ustedes, que me honro en presidir. Quiero destacar la importancia que él tiene, ya que nosotros queremos hacer presente cuánta significación tiene y tendrá la presencia de Uds., en los procesos de transformación política, económica y social, por los cuales luchamos. Quiero, una vez más, hacer presente que estos profundos procesos de cambios a que Chile está abocado, sólo podrán realizarse con el apoyo integral de la comunidad, sobre la base del esfuerzo de un pueblo consciente, disciplinado, heroico en el trabajo, en la creación, y, por ello, indiscutiblemente que hay que destacar la importancia que tendrá la escuela y el maestro, sobre todo, frente a las dificultades que tendremos, porque hacer cambios es herir intereses y en el camino nuestro es el más duro, ya que tendremos que realizarlo dentro de los marcos de una legalidad democrático y burguesa, con el respeto integral a la personalidad humana y a los derechos sociales, frente a sectores que no trepidan en crear toda clase de dificultades a este Gobierno, pero que serán vencidas por la unidad, por la entereza por la decisión y por la voluntad revolucionaria del pueblo.
Para nosotros, toda sociedad debe ser una escuela, y la escuela debe ser parte integrante de esa gran escuela que debe ser la sociedad, pero no la tradicional, introvertida, satisfecha de una enseñanza que puede ser bien impartida, pero que no traspasa más allá de sus muros; porque pensamos en la escuela abierta, integrada a los procesos que la inquietan, preocupan e interesan a la comunidad. Eso es lo que anhelamos y eso es lo que saldrá del debate democrático que tendrán maestros, padres y alumnos, para hacer posible que esa reforma educacional que anhelamos sea el producto de una comunidad, comprendiendo la trascendencia que ella tendrá en el proceso del desarrollo de nuestra patria.
Pensamos que este proceso de discusión de los problemas educacionales, tal como lo hemos señalado, forma parte de una concepción amplia y auténtica de una verdadera democracia, en donde la mayoría del pueblo participe permanentemente y no sólo en forma ocasional, como ocurre hoy día, en donde el pueblo todavía es citado tan sólo en los actos eleccionarios. Nosotros ya hemos roto en gran parte esto, pero reconocemos que es fundamental avanzar, avanzar mucho más, y hacer que el pueblo esté presente en la etapa de construcción y realización, en las decisiones, en la acción, en la vigilancia y en el control de las actividades productivas, educacionales y en la acción del Gobierno.
Sólo así justificaremos lo que sostuvimos a lo largo de nuestras luchas cuando dijimos que el pueblo sería Gobierno. Y el pueblo será Gobierno cuando participe activamente en todas las actividades nacionales. Para hacer posible esa concepción democrática, debemos comenzar para establecer la igualdad de posibilidades para las nuevas generaciones. Nadie, menos yo que soy médico, puede sostener que todos los hombres son iguales. Y al decir hombre empleo genéricamente esta expresión. De lo que se trata es de darles las posibilidades a fin de que todos tengan la misma oportunidad y dependerá, por cierto, de las condiciones individuales de cada cual, el que esta posibilidad sea mejor aprovechada o desechada. No se trata, entonces, tan sólo de que nosotros luchemos por los cambios, que implican que los medios de producción, en el nivel fundamental del desarrollo económico del país, pertenezcan a la comunidad, como lo hemos planteado al señalar la necesidad imperiosa de crear el área de capital social. Se trata de que, además, luchemos por hacer posible una distribución equitativa de los ingresos para evitar las injusticias de los grandes desniveles de un régimen y un sistema, que da a tan pocos, tanto, y que da tan poco a la mayoría. Luchamos porque el hombre y la mujer de Chile, el joven, el niño y el anciano tengan derecho al acceso que les permitan alcanzar los niveles de consumo necesarios para satisfacer las necesidades esenciales. Señalamos que nuestro pueblo, más que centenariamente tiene hambre de pan, hambre material y hambre espiritual.
Queremos igualdad para el desarrollo de las capacidades, igualdad de posibilidades, repito, y hay que señalar que esto no ocurre en el sistema que queremos transformar, porque nadie ignora, de los que están aquí que son maestros y profesionales, que por desgracia esta capacidad está ligada a las condiciones materiales de existencia.
EL NIÑO, ÚNICO PRIVILEGIADO.
Como médico, tantas y tantas veces en todas las tribunas, he señalado la tremenda injusticia y lacra social que entraña que en una sociedad injusta, un porcentaje elevado de niños no pueda tener igualdad de posibilidades, de desarrollar sus capacidades, porque sus padres no tuvieron cómo alimentarlo. Si hay algo que señala la injusticia increíble de este sistema, es que en Chile hay 600 mil niños con menor capacidad intelectual, porque no recibieron las proteínas en los primeros meses de su existencia. Hoy sabemos que el rendimiento intelectual puede ser disminuido hasta en un 40%, cuando el niño recién nacido no se alimenta en condiciones normales. Y por eso, de la misma manera, señalamos que la Escuela es para algunos niños continuación del hogar, pero no los es para la gran mayoría de nuestros niños cuyos padres, lamentablemente, no pueden satisfacer sus preguntas, el porqué, que es lo que siempre dicen los niños frente a los problemas diarios que confrontan. Un padre analfabeto es un padre que no puede enseñarle el lenguaje al niño ni explicarle siquiera, sencillamente, los procesos del mundo, de la sociedad e la patria. Por ello, nosotros señalamos que la lucha sin cuartel en que estamos empeñados es hacer factible las posibilidades iguales, para que se desarrollen en condiciones similares las capacidades de los niños, al margen de las contingencias de una sociedad injusta, que abre todas las posibilidades a unos pocos y cierra las posibilidades a la inmensa mayoría de nuestros niños.
¿Para qué recordar aquí que llegan a la escuela muchos niños que no supieron del papel, de sus lápices de colores, de los juegos didácticos? De allí que también sea obligación fundamental del Ministerio de Educación acelerar el proceso y avanzar preocupándose más y más de aquellos niños deprimidos culturalmente por las condiciones materiales de existencia de sus padres. ¿Cuántos niños llegan a la escuela sin haber tenido la sensación de una casa, de un hogar? Niños cuyos padres no tienen cómo satisfacer sus mínimas exigencias, niños que chapotean en el barro, caminan a kilómetros a veces en las zonas rurales, llegan hambrientos a escuelas destartaladas, donde el maestro se empeña inútilmente para que aprendan; con niños que no pueden retener porque su memoria es inferior a la de otros, de aquellos que se alimentan normalmente.
Al entrar a esta Asamblea, tan significativa y de tan hondo contenido patriótico, me han golpeado los letreros que levantan los niños estudiantes reclamando locales que satisfagan las necesidades mínimas que deben tener los locales de enseñanza.
Por eso señalamos que debe haber un nivel educacional básico común, desde el cual pueden partir en iguales condiciones, para que se desarrollen las posibilidades de cada cual de acuerdo con su capacidad y sus convicciones. Necesitamos recuperar el tiempo perdido; afiebradamente preocuparnos de enseñar y educar más y más.
Hoy día estamos frente a un mundo que bulle en sus cambios profundos, en el campo de la ciencia y de la técnica. El hombre ha dominado la naturaleza y es indispensable comprender que, por desgracia, los pueblos como el nuestro, dependiente en lo económico y en lo cultural, que llegaron tarde a la revolución mercantil e industrial y que están a años-luz de la revolución científica-tecnológica necesitan impedir que la brecha que los separa de los países del capitalismo industrial y del socialismo se acrecienta cada día más. Somos pueblos en donde lacras sociales señalan la injusticia y donde el hombre alienado vive con el temor a la diaria existencia, frente a la falta de trabajo, a la incultura, a la posibilidad de comprar la salud, de tener un hogar, de recrearse y descansar.
Señalamos que así como hay en la infancia niños discriminados, el hombre o la mujer no puede alcanzar niveles mínimos educacionales; está marginado de la vida, sobre todo, cuando hoy, más que nunca, se necesita capacitación en las actividades del trabajo cualquiera que estas sean. De allí que no podemos olvidar, por ejemplo, el hecho social que inquiera tanto a este Gobierno y personalmente a mí, cuando constatamos que en nuestro país hay un número alto de hombres y mujeres que no trabajan por diversas razones, pero, entre otras, porque no pasaron siquiera por los años elementales de educación básica y tienen por lo tanto menos posibilidades de ser factores de rendimiento eficaz. Y para ellos, la posibilidad del trabajo o del empleo se hace más difícil. De allí que yo insista, entonces, que para nosotros los gobernantes del pueblo y para Uds., esta etapa que vivimos debamos destacarla como el hecho más trascendente de la humanidad. No olvidemos que los niños y los jóvenes que están aquí, y que van a ingresar a la escuela, al liceo o a la Universidad, serán mañana los hombres del siglo XXI, en donde, indiscutiblemente, el proceso de la producción y del trabajo estará marcado por una alta especialización.
De ahí, entonces, que nosotros no olvidemos esto para recuperar el tiempo perdido; juntar la brecha que nos separa de los países del capitalismo industrial y del socialismo y preparar con pasión patriótica a los niños, para que sean mañana ciudadanos, no sólo en el aspecto de la enseñanza cultural, sino en la transformación interna que haga de ellos los hombres del siglo XXI, con una nueva mentalidad, un nuevo espíritu, una nueva conciencia social.
FORMAR UN HOMBRE NUEVO PARA UN CHILE NUEVO.
Romper la dependencia cultural y económica es un paso audaz y decisivo en el desarrollo de la patria. Pero construir la nueva vida y la nueva sociedad requiere, como decía hace un instante un nuevo hombre, una nueva voluntad, una nueva responsabilidad y para ello tenemos que prepararnos. En el mundo contemporáneo, no sólo los países como el nuestro, en vías de desarrollo, han sufrido y sufren la penetración del capital foráneo; no sólo somos países productores de materias primas que vendemos barato y compramos caro; somos países que estamos sufriendo una nueva agresión; es aquella que implica vender o no vender tecnología, que representa para los países que la tienen, tener aún mayores ventajas que las que directamente alcanzan cuando invierten sus capitales en los países como el nuestro, en el pleno camino de la producción.
Queremos entender que no podemos alcanzar una tecnología que, indiscutiblemente, no podemos aplicar indiscriminadamente a nuestra realidad. Debemos crear, aprovechando la experiencia y los conocimientos, vengan de donde vengan, los avances científicos, y sobre todo, los tecnológicos, para adecuarlos a nuestra propia realidad.
En esta asamblea, no es extraño, y al contrario, es mi obligación señalarlo, por ejemplo, que Chile, en este instante, más allá de las fronteras partidarias de las bases políticas del Gobierno Popular, está empeñado en recuperar para el pueblo y para la patria las riquezas fundamentales en manos del capital foráneo. Esencialmente, en este instante se discute en la Cámara de diputados el proyecto nuestro destinado a recuperar para Chile su riqueza fundamental que es el cobre y a nacionalizarlo sin apellido alguno. Sin embargo, quiero destacar la enseñanza dura que ya hemos sacado de los primeros pasos que hemos querido dar en este sentido, antes que se dicte la Reforma Constitucional a que me estoy refiriendo. En el caso de Chuquicamata, cincuenta y tantos técnicos extranjeros no han oído nuestro llamado, que no ha sido mendicante, pero que ha sido claro: de que se quedaran trabajando, para que estuvieran en esta etapa de proceso difícil, en que Chile será el dueño absoluto de esas riquezas tan fundamentales para la patria. Han rechazado nuestra petición por razones que debemos considerar: porque son funcionarios de empresas que tienen en otras partes del mundo faenas similares a las nuestras y, por lo tanto, podríamos decir que forman parte de una cadena que los amarra a esas poderosas empresas internacionales. De allí la obligación de que sean técnicos chilenos, profesionales nuestros, los que tengan que tomar en sus manos la responsabilidad del proceso productivo, que tiene tanta incidencia en la marcha normal del desarrollo económico de Chile, y por cierto, mucho más en las posibilidades de su ampliación. Sin embargo, no tenemos nosotros los técnicos especializados que hayan tenido niveles de responsabilidad superior en esas faenas mineras, las más importantes para la patria. Y eso ha ocurrido porque ha sido la intención impedir que los técnicos nuestros alcanzaran estos niveles de responsabilidad superior. Sin embargo, abocados a estos hechos, tenemos la confianza de superar esas dificultades, porque una unidad de obreros, empleados, técnicos y profesionales, porque el Colegio de Ingenieros y el Colegio de Técnicos Industriales y de Técnicos Mineros, junto a los obreros de Chile, darán un paso histórico para defender la patria y su destino.
De allí, que junto con destacar la significación que tiene `para nosotros el contenido que tendrán que darle ustedes, los integrantes de la comunidad de la Reforma Educacional dependiente del Ministerio, quiero destacar cuánto ha significado en el proceso bullente de las luchas populares el nuevo espíritu que ha sacudido a las Universidades de Chile. Hoy, las universidades de la patria se anticiparon en la inquietud de los sectores populares, tienen conciencia de que no puede haber universidades amorfas, universidades al margen del proceso social; tienen que ser, y serán, universidades comprometidas con los problemas del pueblo y con los cambios estructurales que el pueblo reclama; universidades cuyas experiencias científicas y cuyos avances tecnológicos tienen que estar íntimamente vinculados a los procesos del desarrollo nacional en los campos regionales a lo largo de toda nuestra patria.
Es por eso que anhelamos -repito- una nueva sociedad, con nuevos valores. Y ello ha de salir del proceso revolucionario que ha de hacerse crisol en el grande y atrayente e inquietante anhelo de una reforma educacional que prepare al hombre nuevo para la nueva sociedad y las nuevas tareas. Necesitamos entender que miles y miles de muchachos se sienten frustrados, carecen de una orientación, jóvenes que no vuelan por su propia imaginación, sino que tienen que recurrir a las drogas para empinarse frente a los procesos pequeños de todos los días y de la miseria del hombre. Por ello, para nosotros, la acción de la educación y del Gobierno en el ámbito de una nueva sociedad, tienen que señalarle al joven, que será el ejecutor y constructor de la nueva sociedad que anhelamos, la gran tarea dignificadora, arrancándola de la oscilación y el vicio, entregándole el más noble mandato que puede tener un joven: luchar por su patria, una nueva sociedad y un nuevo hombre en la colmena fecunda del trabajo.