Participacion Social y Política del Universitario

Participación Social y Política del Universitario.
Jesús Ramiro Quintero Vázquez


La democracia ha sido, y será siempre, el sistema perfectible por el cual, una comunidad humana alcanza su organización, delegando representación y autoridad a ciertos elementos de la misma. Y como en ésta, jamás hay homogeneidad de pensamiento, se debe consensar cada una de las decisiones que atañe a la misma.

Hay momentos, en la vida de las sociedades organizadas, que las voluntades políticas van encaminadas a cierto bienestar, cierta tolerancia y, por que no llamarla así, una relativa paz entre los grupos dialécticamente opuestos por N circunstancias y modos de hacer lasa cosas; en estos momentos, se exige moralmente, por el bien de la comunidad, que exista UNIDAD y convivencia entre los conjuntos existentes. Éste concepto, el de la UNIDAD, es, invariablemente, el panegírico a proclamar cuando llega el momento y así lo exigen las circunstancias.

Los jóvenes, en una trinchera ya definida, debemos de reconocer nuestro papel en sociedad y luchar por cambios definitorios; debemos, en un cause revolucionario, allanar en el otrora sistema de cosas ya establecido, y en un esfuerzo en conjunto, no destruir, sino renovar lo ya existente. Nuestra labor no debe limitarse a cambios superficiales ni específicos; nuestra misión, como jóvenes y aun más como universitarios, será el de velar por aquellas innovaciones profundas y generales, pues la sociedad ha confiado en nosotros y nosotros, a futuro, seremos la sociedad.

¿Con que clamor nos atrevemos a discutir sobre lo ya escrito? ¿Con que afán continuamos denostando a los actores sociales y políticos si nosotros mismos merecemos ese desprecio? Lo merecemos, en una inmensa mayoría, porque hemos sido ignorantes de la situación; simples comodines del acontecer social, político, económico y cultural que, cobardes, no agolpamos nuestros esfuerzos para el bien común; despreciamos la oportunidad de ser mejores en conjunto y peleamos entre nosotros por el simple placer de ver vencido al prójimo, todo esto sin saber que, con tal actitud, tiramos todo aquello que soñamos hacia una ocre realidad.

Es en momentos como éstos, donde los héroes se enajenan y los lideres se muestran arrogantes e inalcanzables, cuando tenemos que hacer que soplen los aires de nuevas cosas: tenemos a nuestro favor, un vital instrumento llamado democracia, y que, si bien es cierto que se muestra en ocasiones sensata y apacible, en otras tantas puede ser mezquino y ruin, pues así son aquellos que nos dirigen, y es cuando la democracia adopta éstos tintes. Por eso debemos, como jóvenes y como universitarios hacer de esa democracia de la que tanto presumimos y nos jactamos de practicar, la virtud única de una sociedad organizada capaz de llevar a hombres probos a ser representantes comunes.

Y es, en estos tiempos de confusión, cuando debemos saltar a un panorama mas amplio; exigir a nuestras autoridades de cualesquier nivel y posición, que se represente verdaderamente a los sectores juveniles de la población; que las instituciones políticas erijan puentes de contacto con los jóvenes, cuya participación en éste rubro será preponderante, porque volver a creer en las instituciones y representantes, no será tan difícil si el camino no se muestra sinuoso de nuevo.

La libertad de los pueblos es el panegírico mas dulce a escuchar si éste se muestra gustoso y entendible para todos: los jóvenes, sobre todos los universitarios debemos de ser capaces de entender las señales que indican necesariamente un cambio. La participación, es la herramienta de la cual se nos dota y aquella que utilizaremos en la construcción real de una nueva nación, con un rumbo marcado por nosotros mismos, sin importar la trinchera en la que se luche, sino con el mismo objetivo para el mismo fin; debemos de empezar con nosotros mismos, pero mas allá de existir esa renovación personal, también debe de existir oportunidades de participación activa en todos y cada uno de los títulos que componen a ésta sociedad. Por que esa es la relación causal de todo; la capacidad de escuchar, de proponer, de hacer valer los derechos de uno mismo y de los demás, en un frente amplio sine quanon en el cual, los gobernantes y actores sociales escuchen y hagan valer las peticiones, es decir, la personalidad de pedir y proponer, y la capacidad de oír y responder.

La dialéctica no miente y ni dejará margen alguno de discusión en un futuro; pues aquello que dejemos de hacer ahora, se nos reprochará por nuestros hijos en un futuro no lejano, del mismo modo que reprochamos lo que dejaron de hacer nuestros padres.